El calvario de los aeropuertos y llegada a París.

Día 1

La emoción obviamente comienza desde que llego al aeropuerto 3:00am y no aparezco en el sistema. Quiero morir. Tengo una reserva que confirma que yo debo estar en la lista del vuelo, sin lugar asignado, porque volaré por stand by, después de un rato me dicen que mi equipaje si va desde Querétaro hasta París, pero yo solo llego a Dallas ¡¿QUÉ?!, eso no tiene sentido.

Le llaman a la Srita supervisora, todo está bien, al parecer el joven que hacia la reserva era nuevo. Felizmente y a lado de mi madre espero a que sea hora de entrar y abordar. De antemano sé que en este vuelo hay mucho espacio, el que me preocupa es el Dallas – Paris, ese está en naranjita en el sistema y soy la numero 16 de la lista. Subo al vuelo, todo normal, llego a Dallas, paso migración, pierdo alegremente 4 horas, llega el momento de la verdad, soy la numero 27 en la lista, en mi mente siento que ni de chiste entro. No sé en qué momento al mundo se le ocurrió ir a Paris.

Estoy platicando con un amable brasileño en la sala de espera mientras veo cómo se van palomeando los nombres de los que entran al vuelo. La tensión puede más que yo, decido marcarle a mi madre, ella siempre está a la distancia en el momento de crisis, después de como 30 min de tortura psicológica llaman mi nombre, tengo un lugar asignado, todo es felicidad. Me subo al avión, delante de mi viene una morra de Bruselas con la que empiezo a hacer amistad, pensé que iba a ser el mejor vuelo de la historia, la chava con madre. De pronto llega la sobre cargo a decirme que me pasaron a primera clase, comper raza, la vida de rica me llama. Fue fabuloso, me encanta volar en primera y dormir en camita. A mi lado iba un señor como de 70 años que vive 4 meses al año en París y lo demás en EUA, mejores amigos por siempre, dándome todos los tips de la vida parisina.

Llegue, bajo del avión. TODO ES ALEGRÍA, multicultura. Escucho hablar francés y medio le entiendo, conmigo llego un vuelo de Argelia, todas las negras con sus peinados y atuendos FA-BU-LO-SOS.

Me voy a quedar en casa del mejor amigo de mi hermano, ya me explico cómo llegar, confieso que los franceses parisinos no son de lo más amables, me dicen que todo derecho encuentro el tren y allá voy, todo derecho seguro llego, compro el boleto, la señorita vendedora me medio explica de donde sale el tren, de súper mala gana, mejor vuelvo a preguntar, éxito estoy en el tren.

Shock número uno, la cantidad de musulmanes en el metro pidiendo dinero. De verdad jamás pensé que fueran tantos. Dos la cantidad de negros. No soy racista solo no sabía que había tantos.

Del tren hay que pasar al metro, demasiada gente, un caos, sigo la corriente, bingo. El vagón está lleno, pero nadie se me embarra, que alegría. Huele a francés, ew.

Llego a la estación, subo con mi maleta miles de escaleras, miles. Salgo a la calle, comienzo a caminar, le marco a Juan para avisarle que ya estoy por llegar, él no me dijo nada, pero mi hermano me advirtió que mi estadía es ilegal, por lo que él sube mis maletas deja que pase un tiempo, compramos pastelitos deliciosos en la esquina de su casa, mil hojas y uno de fresa. Ahora debo entrar con la cabeza hacia abajo para evitar las cámaras.

El cuarto es mega pequeño. Según Juan lo arreglo, prometí no juzgarlo. Me baño, le entrego todas las ofrendas mexicanas que cargaba en mi maleta, salimos a caminar París.

Por supuesto que antes de entrar al metro jugué a ser Dalí con mi oso hormiguero imaginario.

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Parada uno la torre Eiffel, el iluso de Juan pensó que solo íbamos a eso y regresábamos, no sabe que tengo problemas serios con caminar, que puedo andar, andar y andar sin parar. Creo que quiere matarme. Fuimos a los inválidos, al arco del triunfo, paseamos Champs Elysees. Cambie euros, comimos en un restaurante de comida Palestina. Seguimos caminando Paris. Vimos la Madeleine, tomamos un litro de cerveza en una feria que estaba por allí, paseamos de noche el Louvre.

 

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En las residencias de estaban varias amigas de Juan, nos quedamos platicando con ellas, al final estábamos Laura, Cristina, Juan y Yo platicando en el cuarto interesantísimamente hasta que fue hora de dormir.

Fin del día uno.

 

 

 

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